En numerosas oportunidades durante lo que va de la cuarentena por coronavirus he escuchado a expertos en medicina, política, economía y hasta el mundo cultural analizar el tema desde sus áreas. Los más avispados se han permitido pensar en voz alta que sus enfoques podrían estar limitados y que tal vez requieran de algún tipo de abordaje más general, como si tal cosa estuviese aún por inventarse. El enfoque necesario ya está inventado desde hace rato, y sencillamente se lo ignora. Me voy a permitir primero un rodeo.
Cuando uno -aún entre colegas científicos- afirma que el enfoque filosófico (materialista) de Mario Bunge merece consideración la mitad de los presentes le retira inmediatamente el saludo. ¿Por qué? Porque vivimos desde hace años inmersos en una suerte de venganza de algunos inescrupulosos dentro de la Filosofía. En la antigüedad los sabios, mirando las cosas integralmente, aspiraban tanto a describir la realidad como a interpretarla (muchos fallaron en una u otra, pero intentaban ambas cosas). Un día apareció Newton y le amputó la Física a la Filosofía, luego Lavoisier amputó la Química, etc. Con el tiempo sólo quedaron en el cuerpo filosófico cosas como la ética, la estética, la política, incluso a veces la historia; es decir, sólo las interpretaciones de la realidad. Les queda también la epistemología, pero a la pobre la desprecian acaloradamente.
La venganza del subconjunto de los inescrupulosos dentro de la Filosofía ha tomado a la sociedad y consiste en lo siguiente: ya que no tenemos con qué describir la realidad, sólo importan las interpretaciones de la realidad; que la realidad se acomode a ellas como pueda. Vivimos en el pasado en carne propia un extremo delirante al que le dio luz verde esta postura cuando alguien decidió amoldar resultados estadísticos públicos a meras voluntades políticas.
Desde hace años una escena común es la siguiente: aparece en la televisión alguien que se presenta como filósofo (cuando en realidad sólo narra historia de la filosofía), nos cuenta como modernísima una idea que tiene tal vez miles de años y sólo la ha sacado del baúl pues sirve como excusa interpretativa para el equipo político de sus amores. Peor aún, por su pelea manifiesta contra la verdad objetiva esto ha sido caldo de cultivo para el carnaval de ideales pseudocientíficos y anticientíficos de la población que, a su vez nutre a la dirigencia política local y mundial.
Como el tiempo no me sobra, siempre hago el siguiente ejercicio al escuchar alguna de estas construcciones: me pregunto ¿de esto sale una epistemología viable? En la abrumadora mayoría de los casos la respuesta es ‘no’, (en algunos casos la respuesta es ‘¡NO!’). Sencillamente no puede ser posible que haya una estructura filosófica para describir las cosas y otra potencialmente contradictoria con ésta para interpretarlas. El marco debe ser entonces necesariamente unificado. Si algo es incapaz de describir el mundo que lo rodea, deje de perder el tiempo con eso.
Ahora volvamos al tema principal. La propuesta de Bunge intenta el camino inverso: parados en una epistemología sólida armemos un marco interpretativo general. Este marco es materialista porque considera objetos reales (estrictamente materiales) con propiedades medibles y los describe a ellos y sus interacciones con proposiciones verificables.
Luego considera conjuntos (sistemas) de esos objetos interactuando. Rápidamente observaremos propiedades nuevas de estos sistemas que no estaban manifiestas en los componentes (a esto se lo llama “propiedades emergentes”). A este enfoque se lo llama sistémico (materialismo sistémico, más precisamente). Algunos ejemplos caprichosos que nos muestran que estamos más familiarizados con los sistemas de lo que usualmente admitimos:
- Los planetas, el Sol y cuerpos menores en su conjunto forman el sistema solar
- El cerebro y las extensiones nerviosas forman el sistema nervioso humano
- El conjunto de dependencias médicas y profesionales de la medicina conforma el sistema de salud de un país
- (Un ejemplo de propiedades emergentes) La economía de un país tiene propiedades que no están presentes en la economía hogareña, a pesar de incluir al conjunto de las economías hogareñas interactuando entre sí.
Luego tendremos sistemas interactuando con sistemas, y sistemas de sistemas, en distintas jerarquías de complejidad. Tarde o temprano llegaremos a la sociedad humana. Bunge reconoce que se la puede entender como compuesta por cuatro subsistemas que interactúan entre sí:
- El sistema biológico: los seres vivos que integran una población. Están unidos entre sí por relaciones sexuales, de parentesco (sanguíneo o político), crianza, amistad, etc.
- El sistema económico: unido por relaciones de producción e intercambio.
- El sistema cultural: integrado por los individuos dedicados a descubrir, inventar, enseñar/aprender, informar o registrar, diseñar/planear, ejercer las artes u otras actividades cognoscitivas o morales.
- El sistema político: cuya función específica es administrar los bienes comunes y controlar las actividades sociales.
La Argentina de los últimos 30 años metódicamente ha privilegiado a un sistema por sobre los otros. La administración A se ató a un modelo económico inicialmente exitoso y pretendió que los otros sistemas se le amolden a pesar de sus consecuencias negativas a largo plazo en ellos. La administración B trató de darle política al modelo económico de A, pero fue derrocada por la administración C, que peleada con A impuso un plan económico antagónico. C tuvo problemas políticos y engendró a D, que se centró en el sistema cultural llevando al borde del quiebre todos los otros sistemas. Luego la administración E intentó el enfoque del sistema económico supremo logrado por A, pero con C+D=E unificadas enfrentándola, y sin resultados económicos recaló sobre la política para sobrevivir y muy sobre su final recordó a la cultura con un sorprendente resultado que aún así no le bastó y fue reemplazada por E. En toda esta lamentable historia el sistema biológico siempre fue más o menos relegado en forma de un sistema de salud deficiente. Hoy con fuerza, un pequeño virus pone a la desatención del sistema biológico en el centro de la escena: ha hecho crujir a escala planetaria a la política, la cultura y la economía.
¿Por qué los enfoques en lo que atañe a la sociedad humana deben ser integrales? Porque los cuatro subsistemas interactúan entre sí. Por ejemplo, un gobierno (política) puede proponer la construcción de una represa hidroeléctrica para mejorar su economía, pero si lo hace sin un estudio del emplazamiento puede por ejemplo originar una catástrofe biológica destruyendo especies de peces que sustentan economías enteras río abajo.
Al principio de esta nota detallé astutamente a representantes o especialistas de cada uno de los cuatro subsistemas sociales. El materialismo sistémico existe desde hace más de cuarenta años y no hace falta inventarlo como esbozan en el aire los más audaces intelectuales de la televisión. Mientras tanto, las soluciones que se escuchan vienen enfocadas de a uno de los subsistemas, a saber:
- Soluciones puramente biológicas: por ejemplo, una cuarentena indefinida que destruya completamente la economía y que propicie la radicalización del sistema político y la desintegración de una cultura.
- Soluciones puramente económicas: por ejemplo, liberar inmediatamente la circulación de individuos en pos de reactivar una economía implica una segura catástrofe para los grupos de riesgo (biología). Asimismo esto puede tornar a la sociedad totalmente inmanejable desde el punto de vista político, en particular si se proponen segregaciones.
- Soluciones puramente culturales: suponer que los cambios necesarios para sobrevivir a la pandemia son meramente culturales, por ejemplo de frecuencia en la higiene personal, cuando puede suceder que los individuos no dispongan de los medios materiales (agua, jabón, etc.) para llevarlo a cabo, o peor aún, no disponga de qué comer.
- Soluciones puramente políticas: por ejemplo, la suspensión de poderes del estado, garantías y libertades individuales, mentir sistemáticamente con la promesa de cuidar mejor a la sociedad puede generar, por inclinación totalitaria, daños irreparables en la cultura, la economía y a mayor plazo en la biología.
Como verán, cualquier solución que no sea integral puede tener dentro de sí el germen de una catástrofe más lenta. Sólo armando una estrategia que aún eligiendo el menor de los males se mueva en esas cuatro dimensiones simultáneamente podremos decir que se ha tomado al toro por las astas. Que sea muy difícil no quiere decir que no se deba intentar. Pero, por otro lado, siendo yo experto en no ser escuchado auguro que lo dicho quedará acá y nada más.
Referencias
[1] Bunge, M. (2001), Diccionario de filosofía (Spanish Edition), Siglo XXI Editores México.
[2] Bunge, M. (1999), Sistemas sociales y filosofía, Editorial Sudamericana, Argentina.
[3] Bunge, M. (2014), Ciencia, técnica y desarrollo, Siglo XXI Editores México.
[4] Bunge, M. (2014), Pseudociencia e ideología, Siglo XXI Editores México.